Somos de quien vemos cuando nos miramos en el espejo
Sara Buho
14 y 15 de Agosto
Canción de la etapa: Pedrá – Extremoduro
Kilometraje 309 (3.307 en total)
Ruta: Aquí
Gastos: De nuevo los tengo que chequear…(sorry)
Horas: 10 horas. Salida a las 10:00 y llegada a las 20:00
¡Menuda noche nos ha dado el roncador del reino que comentaba en mi post anterior! ¡Horrible! «¿Para esto vengo al albergue?» Pienso. Me puse los cascos con música tratando de evitar ese ruido ensordecedor. Daba igual, ahí seguía martirizándonos. Le hacen ruido los otros 6 compañeros de habitación pero nada afecta a aquel alemán que viaja en moto también en una ruta de una semana y con quien compartí unos minutos el día anterior. Estaba deseando que llegaran las 6:30 de la mañana para levantarme a desayunar y despejar la cabeza un poco. Ya le había dicho a Loyola que hoy sería el día de llegar a Haarlem, pero que antes quería realizar unas paradas en Gante, Breda y Utrecht, ya que quiero compartir conmigo mismo aquellos lugares que forman parte de la historia de España. Me dirijo después de desayunar a la moto, para recoger el ordenador y comenzar con el ritual, ya que llevaba unos días de retraso. Publico la entrada de Luxemburgo y me siento satisfecho. Son las 10, hora del check out así que recojo todo y lo coloco en la moto. ¡Qué gran ciudad dejo atrás! Me queda otra ciudad más adelante también impresionante a la que llego en un corto periodo. Gante.

Paseando por Gante, veo un lugar de masajes chinos. Como el que hay al lado de mi casa y donde de vez en cuando me doy un capricho, para mi espalda machacada de tantas horas en el ordenador en Madrid, y de la moto aquí. Tiene los precios fuera, así que me digo que pa’ dentro que un capricho es un capricho. Salgo nuevo, ¡qué bien me ha sentado! Creo que me llegué a quedar dormido incluso. De momento Gante no me sorprende, pero es que estaba en la parte equivocada. Sigo con mi paseo, el hambre aprieta, son las 2:30 y en una sandwichería tienen un cartel de menú del día. Puré y sandwhich a elegir, y un caballero de unos 80 años de edad acompañado de su perro Chow-Chow me dice que se come muy bien, que lo pruebe. Le hago caso, son 10€ de menú, y en la terraza como. Resulta que el señor es el padre del dueño, y mantengo una conversación muy agradable con él durante la comida. Efectivamente como bien, ligero, pero bien. No necesito más.

Son ya casi las cuatro de la tarde, y tengo que llegar a Haarlem. De nuevo tarde, de nuevo haciendo de las mías. Breda y Utrecht deberán esperar para el futuro, como no quiero simplemente hacer kilómetros me dirijo hacía Delft, un sitio donde Raúl, compañero de universidad, hizo el Erasmus, y donde vine a visitarle en su día. Tenía curiosidad por llegar esta vez mediante mis propios medios. Además, según el mapa atravesaría tierra conquistada al mar, y eso me tenía loco de curiosidad. Llegando a Amberes, hay un atasco terrible, los camiones se amontonan, y más adelante veo el por qué. Hay un peaje para atravesar de Amberes a Holanda, un peaje de 6 € con muy pocas cabinas para que la gente pase, y la única forma de sortear la ciudad para todos esos camiones que se dirigen al puerto más importante de Europa, Roterdam. Los ríos aquí se pasan por túneles, no por puentes. Túneles con gran pendiente, si lo piensas asusta, pero allá voy yo con la moto, pensando si la gente del lugar vería la procedencia de la matrícula.

Antes de llegar a Delft, y ya en Holanda, paro para tomarme un café en un pueblecito en medio de la nada, De Heen, que tenía un camping de lo más apetecible. Llego sin problemas a Delft, con la única pega de que el reloj aprieta, y a estas horas ya le había dicho a Loyola que estaría por su casa. Entrar en Delft se hace más complicado de lo que parece, y es que yo la recordaba como una ciudad pequeña, pero porque el tren desde Amsterdam te dejaba en el centro. Cuando tienes que entrar, no deja de ser una ciudad, y los radares por estos lares están en todos los lugares.

Aviso a Loyola que me queda una hora, y directamente pongo rumbo a Haarlem. Loyola es una compañera de Universidad que como muchos otros ingenieros navales, han venido a Holanda a buscar un futuro. Vive en casa con su futuro marido Lukas. Ella es española aunque ha vivido en Florencia y en Noruega. Él es alemán (del este, de un país que ya no existe, bromea con él Loyola) y se conocieron en su etapa de Erasmus en Noruega. Loyola y yo no coincidimos en el mismo año de carrera, de hecho creo recordar que incluso le día las prácticas de Hidrostática y Estabilidad de Buques cuando yo era becario. Sin embargo nos seguimos en Facebook y solemos darnos me gusta a las opiniones del otro. Al comenzar el viaje, ella me escribió diciéndome que si necesitaba cualquier cosa que vivían en Haarlem y que no dudase en preguntarle. Me atreví a pedirle alojamiento y no dudo un minuto para decirme que por supuesto, a lo que tiempo después le pedí no una noche, sino dos para poder descansar, y de nuevo no dudó en decirme que sí. Conviven con un perro recogido de un refugio, y a su vez de manera esporádica cogen perros ajenos para ganar un dinero extra que les vendrá estupendamente para la boda. En este caso, tenían uno por la noche cuando llegué que recogerían a la mañana siguiente, en la que vendría otro, más travieso.

Llego con un poco de vergüenza a su apartamento, no quiero incordiar y encima llego tarde. Vamos a cenar y a dar un paseo por la ciudad y comenzamos una buena conversación donde encajamos perfectamente. Se torno extremadamente amena. Tanto Loyola como Lukas son personas encantadoras. Están terriblemente enamorados, y se les nota, entre bromas y piques entre ambos. El día siguiente comienza con un paseo con Lukas y los perros hasta que venga el nuevo inquilino. Lukas está estudiando el doctorado en físicas. De nuevo conversación agradable. Quiero ponerme al día con el blog en ese día de descanso, pero el sofá y youtube tiran más. Quiero ser vago ese día. Quiero descansar. Abrazado a Saffran (su perro), y nos quedamos dormidos yo y ambos perros. Termina el día con un gran paseo con otros dueños y Lukas termina cocinando unos creppes que me saben increíbles. Llevaba con esas ganas desde Brujas y si algo estoy aprendiendo, y que tanto necesito aprender, es que todo se consigue paso a paso, pese a que estoy acostumbrado a conseguir lo que quiero cuando quiero. Este viaje me está ayudando mucho. Me doy cuenta que poco a poco me voy conociendo. Poco a poco, voy controlando mis pensamientos.

Tengo que dar las gracias públicamente a Loyola y a Lukas por toda su hospitalidad. Mucha suerte en la boda y cualquier cosa estoy aquí.
Cuando personas no tan conocidas son más amigas que las que pensabas amigas y resultan conocidas.
Te sigo de cerca, querido.
Sigue contando, sigue rodando.
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