La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen pero que no se masacran.
Paul Valéry
¡Georgia! Exclamaba para mis adentros cuando estaba a la espera de salir de la frontera turca por el paso de Türkgözü, más desconocido que el de Batumi, menos concurrido pero sobre todo… mucho más bonito.

Después de dejar atrás el Kurdistán turco bordeando la cerrada frontera con Armenia nos empezamos a adentrar en las montañas repletas de vegetación. Se veía venir que ahí había una frontera natural, pues pasábamos de las montañas agrestes kurdas a una vegetación frondosa. Georgia estaba ya a un paso. Antes tuvimos que pasar algún que otro control turco, con un frío que se las pelaba pese al sol que alumbraba el camino. Los últimos tramos turcos teníamos el sol completamente de cara con un reflejo en la carretera que no era precisamente lo que me apetecía. Tras un último repostaje en Turquía para gastar las últimas liras que me quedaban me dirijo por fin a la frontera donde yo era la única persona que estaba cruzando que no fuese en camión. Llegué con sol, salí a oscuras…
5 controles en Turquía para que te den el visto bueno para salir, y empiezan los georgianos. Me gustan, pienso, ya que por fin una frontera no controlada por militares, sino por policías o al menos gente no uniformada con camuflajes para apuntarte el número de matrícula en un ordenador. Todo parece bastante moderno y las primeras impresiones son de cambio radical de un país a otro. Pareciese como si no se hubieran empapado absolutamente nada las culturas entre estos países vecinos… y así es. Pasamos del Islam al Cristianismo. De caras árabes/persas/kurdas machacadas por la dura vida de las montañas turcas y de su sol, a caras blancas con acentos rusos machacadas por la dura vida que han arrastrado los antiguos países soviéticos. Puede que después de la frontera España/Marruecos, esta sea en la que más cambio he visto. La historia Georgiana es una maravilla. Es una de las naciones más antiguas del mundo, mucho más que cualquier nación europea. No han querido nunca expandirse, tan sólo, como dicen ellos, sobrevivir a los ataques continuos del norte, sur y este. Enclavada entre dos grandes cordilleras, un mar y un desierto. Georgia es un país que está haciendo los deberes y nadie que lo visite volverá igual. Pero volvamos a la frontera…
«All good, welcome to Georgia» me dice la persona encargada de estampar el sello en el pasaporte. Qué rápido, pienso, ¿tan sólo una persona me va a pedir los papeles? 2 metros más adelante mi alegría se ve empañada con la realidad.
-Passport please and bike passport. Do you have any drugs?
-If you mean medicines, yes I have
-Show me
Y ahí comenzaron las 4 horitas retenido. Vió mi botiquín y después de descolocarme todo, decidió llevar las medicinas con él a la cabina de dentro y yo a acompañarle. Curiosamente lo primero que cogió fue el Frenadol y resulta que uno de sus componentes es psicotrópico. Problem, problem. Así que empezamos a mirar una a una de las medicinas. Primero en español buscando en internet qué contenían, poniendo el contenido en google translator y llamando a un médico por teléfono. Una a una, y aunque le decía que había varias repetidas, aunque sus compañeros le decían que esa ya estaba chequeada, el tipo quería asegurarse. Tras confiscarme el frenadol, y yo creo que les daba pena, inspeccionaron la moto entera y me dejaron pasar. 4 horas después estaba en Georgia. Si algo había leído de este país, es que la forma de conducir no es la mejor, y yo estaba ahí a la 1 de la mañana, sin hotel, sin mapa y sin saber muy bien dónde ir. Bueno, de momento a sacarnos el seguro de la moto.
Llegué, a un ritmo bastante bajo ya que estaba descendiendo el puerto de montaña, al increíble pueblo georgiano de Ajaltsije (o si lo queréis en georgiano en su alfabeto único para este idioma: ახალციხე) y al llegar me para la policía, sonriente, eso sí. Que qué hacía ahí a esas horas, buscando hotel, señor. En esto se asoma el jefe desde dentro del coche. Su mujer regenta un hotel de 4 habitaciones y que cuanto quiero pagar. Cuanto me quiere cobrar mejor, ¿no? Así que me dicen que les siga y allí paso la noche en un hotel familiar del policía. (carita sonriente)

Ya por la mañana visito esta ciudad que por fuera me recuerda en cierta medida a Ávila, pero por dentro es diferente. Completamente medieval y merecedora de una visita con más profundidad pero… yo quiero llegar a Tbilisi y ver a mis amigas Oliko y Salomé. Descendemos todo el cauce del río hasta llegar al valle que se encuentra entre el Cáucaso y la cordillera turca. Este valle está recorrido por la autopista que une el mar negro con el desértico Azerbaiyán. Ahí, tan sólo haré una parada aunque posteriormente me arrepentiré porque me perdí demasiadas cosas en el camino. Esta parada es Gori, la ciudad natal de Stalin, en la que tiene un museo y del que la población georgiana reniega hasta la saciedad.

Y por fin llegamos a Tbilisi, con la promesa de que descansaré un día en lo que editaba los videos de Turquía y que hasta el fin de semana me iría a conocer el país. Obviamente, los que me conocéis lo entenderéis, no hice ni lo uno ni lo otro, pero descansé de lo lindo. Por las tardes Oliko o Salomé o ambas venían al hostel que regenta la segunda para ir a hacer algo, hasta que un día sí que por fin cogí la moto después de 5 días parada y decidí ir a hacer la carretera militar georgiana.

Oliko y Salomé se alojaron en enero en mi casa a través de la plataforma Couchsurfing. Vinieron para dos días y se quedaron una semana en la que nos lo pasamos en grande. Allí en Madrid, fuimos a un restaurante georgiano a comer Khachapuris y Khinkalis. Os lo recomiendo porque es barato y muy rico. Obviamente me dijeron que cuando viniese a Georgia probaría mejores, así que allá que fuimos. ¡Qué rica es esta comida! Bebimos cervezas, chacha (vodka casero muy típico después de las comidas hasta que se acabe la botella y no puedes decir que no a un chupito tras otro) y vinos. Georgia es conocida por ser la «inventora» del vino y las cartas de esta bebida de Baco son muy largas. También salimos de fiesta, fiesta georgiana donde se puede fumar dentro de los bares. ¡La sensación era rarísima!

Yo me pedí mi J&B con sprite, para ser fiel a mis costumbres y me miraban raro. «Aquí se bebe chacha y para suavizar después del chupito una cerveza» me decían. También visitamos otra noche la ciudad antigua que es digna de pararse a ver y contemplarla con un café en la mano en una de las numerosas terrazas que tienen. Entre medias, y para que no tuvieran que estar pendiente de mi después de sus trabajos, me fui a recorrer como os he comentado la carretera militar georgiana que nos lleva hasta la frontera rusa atravesando el Cáucaso. Qué os voy a decir. Para cualquier persona las vistas son increíbles pero para un motero es un disfrute continuo.


Os voy a dejar con una reflexión sobre Georgia que quiero que investiguéis vosotros. Cada uno de los blogs que leía sobre qué ver terminaban con: no son suficientes 7 días, no son suficientes dos semanas, no son suficientes 4 semanas. Georgia tiene sitios increíbles que visitar. Si os gusta la naturaleza sus treckings son impresionantes. Si os gusta la historia tiene de las iglesias más antiguas de la historia o asentamientos en cuevas que han sido descubiertos tras terremotos. Ciudades con más de 4.000 años de existencia, monasterios en medio de las montañas, playa, desierto… y su historia. La historia de un pueblo continuamente atacado, que se mantiene fiel a sus costumbres. Así que os dejo el link a otro blog para que os animéis a pasar vuestras vacaciones en Georgia. Spoiler: os merecerá la pena.
Y antes del video que acompaña a cada episodio un recordatorio. ¡Os recuerdo que el viaje es solidario! Desde 5 € integros para la Fundación Soñar despierto. Además habrá regalitos!!! Tenéis toda la info aquí
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