Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas
Henry Miller
Canción de la etapa: Antes de morirme – Versionada por Bely Basarte
Kilometraje: 238 kms (total: 2.304 kms)
Ruta: Aquí
Horas desde salida hasta llegada: 7 horas y media. Salida a las 13:00; Llegada a las 20:30
Gastos:
- Gasolina: Un repostaje: 19,82€
- Albergue: 25,15€
- Supermercado: 3,08€
- Cerveza: 2,70€
- Hamburguesa: 3,80€
- Total: 54,55€
¡Noche de hotel! ¡Por fin! ¿Desayuno? Lo esperado, pero me vuelvo a la habitación y trato de dormir un poco más, el check out es hasta las 12 así que me vendrá bien. Me pongo esta vez con el blog desde la habitación y estoy viendo el día con otra cara totalmente, estoy super alegre y emocionado. ¡Qué suerte la mía! Hago todo el ritual mañanero y me compro unas gominolas en la máquina expendedora del hotel en lo que voy montando las cosas en la moto y veo cual es la mejor ruta. Entre unas cosas y otras, al final estoy saliendo a la 1 del medio día. Chequeo si alguno de los que pedí alojamiento a través de couchsurfind me ha respondido pero no he tenido suerte. Tal vez durante el camino me responden.

El objetivo claro de hoy era llegar a Luxemburgo, se me estaba retrasando más de la cuenta, pero no voy a cambiar mi forma de viajar. Si quiero parar paro y descansó, me siento, veo las moscas pasar. Eran 4 horas de camino, no creo que me entrase la desgana. Cojo una carretera que va a ser mi compañera fiel. Prácticamente trazo en el mapa una recta desde donde estoy hasta Luxemburgo, y voilá, pasaré por en medio de un parque natural. La primera parada la hago en Reynel, al poco de salir. Es un pueblo que calculo no tendrá más de 300 habitantes y accedes a él a través de dos curvas de 180º. Las casas tienen un encanto especial, y en la salida del pueblo he de pasar por un pasadizo escoltado por dos torreones. ¿Cómo no voy a parar?

En lo que estoy sentado aparece un convoy de un circo. Bonjour! Me gritan y se acercan. Sólo hablan francés y están poniendo carteles de su espectáculo. El idioma no es un impedimento para comunicarnos, y llevo siempre una libreta en mano. Me pregunta la cilindrada, «1.500» respondo, y esta vez en francés (An, Zanq, Cero, Cero) «oh la la trés (algo que entendí como potencia)» Le sonrío y con eso nos entendemos. Prosiguen su marcha.

Siguen sin contestarme los couchsurfers, tengo el pálpito de que hoy tendré mala suerte pero recuerdo de mi viaje con Tomás y Mendi que hicimos de interrail, que el albergue de Luxemburgo era excepcional, así que esa sería mi otra opción. Llego al poco tiempo a la ciudad de Grand. La puse en el GPS exclusivamente para que me llevase por carreteritas, pero sin embargo, era un antiguo asentamiento galo-romano, del que aún se conserva el anfiteatro y varios mosaicos. Me detengo para verlo, pero no entro y me conformo con verlo desde fuera. Son las 3 así que aprovecho para comer el bocata de salchichas que me había preparado de las sobrantes de la noche anterior y del pan del desayuno. Estoy en la gloria.
Pocos kilómetros más allá me paso la carretera que debía de haber cogido y debo de dar la vuelta. Me meto en la primera calle que veo a la derecha en el pueblo de Dainville-Bertheléville y voy a dar a una fuente muy bonita. El agua es extremadamente transparente, así que renuevo mis botellas de agua y aprovecho para lavarme la cara con agua bien fresquita. La fuente está en pequeño empedrado, y las paso mal para colocarla en una postura fotogénica. Me digo a mi mismo, «aquí no se te puede ir que esto está muy duro» y manteniendo la calma la coloco perfecta.

Los siguientes caminos transcurren por toda la región de Lorraine (Lorena en español) y todo el camino me voy preguntando la cantidad de gente que habrá muerto allí durante la segunda guerra mundial. Todos los pueblos me recuerdan a las películas de la División Aerotransportada Americana, al videojuego Call of Duty, a todas esas fotos de soldados batallando los últimos meses de la WWII. No me paro a hacer fotos, me paro a descansar, porque no hay una foto bonita en sí, sino la sensación de ir pisando por donde la historia pisó mucho antes. En todos los pueblos me encuentro con esculturas en honor de los soldados caídos. En todos. Pienso que los abuelos de la zona lo vivieron, que seguramente familiares suyos murieron, y quien sabe si había judíos también por estos lares. Me encuentro por las carreteras varias cosas que me llaman la atención. Cementerio americano, curioso. Cementerio ruso, más curioso (no sabía que habían estado por aquí). Cementerio a los desconocidos… Me dan ganas de parar en algunos de ellos pero no los diviso cerca de la carretera y además veo que las indicaciones pasan por caminos de tierra, y no quiero verme en una situación pantanosa de nuevo.
Pasando por el pueblo de Briey, veo que hay un Lidl y al lado una gasolinera. Paro por dos motivos, el primero conseguir la pegatina de Francia para la moto, que llevo buscándola desde que entré y la respuesta sigue sin ser afirmativa. «Cerca de la frontera habrá» me digo, pero finalmente no llego a conseguirla… ¡Qué rabia! El segundo motivo era ver qué tenían en Lidl, ya que me estaba entrando hambre y unas patatas me hubiesen gustado. Tienen una zona de panadería con unos trozos de pizza, así que decido darme un banquete, y comer la pizza que me sentó de maravilla. Me lleva sorprendiendo que durante los últimos kilómetros no paro de ver banderas de Francia por todas las casas, a un nivel como cuando España ganó la copa del mundo de fútbol. Me pregunto si son celebraciones del fútbol o por el contrario un fervor patriótico que no había visto en el resto de Francia. Investigando al llegar al albergue veo que por esta zona es donde mayor apoyos suscitó el partido de Marine Le Pen.

No he tenido resultados hoy en Couchsurfing, así que reservo el albergue de Luxemburgo. Una vez reservado, me digo a mi mismo que podía haber reservado dos días y así volvía a recorrer Luxemburgo que la recuerdo como una ciudad increíble y además aprovechar para descansar, que se va notando el cansancio. Llego tras haber pasado en la última (o primera) gasolinera de Francia (o Luxemburgo). En realidad no sabía dónde estaba. La gasolinera es enorme, McDonalds y Starbucks incluído, pero no tengo suerte y no hay pegatinas, tan sólo mil marcas de tabaco. Llego al Albergue y pregunto por una noche extra pero están completos así que proseguiremos mi camino y descansaré bien al llegar a Harleem donde me va a alojar una antigua compañera de la Universidad, Loyola.
De momento tengo suerte y en la habitación de 6 literas me encuentro sólo. Estoy tan cansado que aprovecho y me voy a dormir pronto. Como ya es por la mañana al escribir, deciros que, ¡he dormido como nunca!

Seguimos la marcha. ¿Próximo destino? Todavía no lo sé.